También sabemos todos la historia que rodea la grabación de este single. ¿Ah, que no? Yo te la contaré.
Resulta que la señorita Elizabeth Grant, artísticamente conocida como Lana del Rey, despertó con una resaca del quince tras una interminable noche de placeres reservados para el puñado más selecto de seres humanos. ¡Vive Dios que su jaqueca no le dejaba acordarse de su cita de las 9 AM para grabar! Sus cinco alarmas la socorrieron en ese menester.
Cuando llegó al estudio, llevaba una horrorosa cara de Polonia en el '39. No importaba, siempre y cuando su voz estuviera intacta (algo impensable para la gran mayoría de los mortales tras una noche de desenfreno y destrucción, pero no para ella). Menos mal, todavía podía entonar.
Se colocó ante el micrófono, aparentemente preparada para empezar pero sin poder dejar de pensar en su cama, en vomitar, en cualquier cosa menos estar cantando, menos vivir fuera de las sábanas. Qué gran sorpresa cuando reparó en un suculento plato de espaguetis a la boloñesa que le había dejado su ¿buena amiga? Stefani, artísticamente conocida como Lady Gaga, en una alta mesa al lado del micro. «Para la resaca — Gaga», apuntaba.
Disponían de una toma y una solamente. La primera versión grabada sería la definitiva, y así se quedó. Lana cantó como su cuerpo humano le permitía: completamente adormecida, sin rastro de energía en su voz, como muerta, lenta, aletargada. Hacia el final de la canción, enferma y maltrecha, su cerebro petó, le falló y dejó caer su pobre cabeza sobre los espaguetis de su colega... sólo que no fue del todo así.
Una fuerza ilógica apartó su cabeza justo antes de aterrizar sobre la boloñesa y la hizo levitar durante un momento, ahí, en la cara de la gravedad. Los espaguetis se retorcieron como gusanos y empezaron a formar lo que parecía un rostro malévolo. Era Mefistófeles.
— ¿Cansada, milady? — preguntó el maligno.
— Derrotada — contestó Elizabeth.
— No todo el mundo puede sobrevivir a esa caída sobre la cara del mal, milady. Te he hecho un favor dándote la posibilidad de elegir entre la muerte y un sueño plácido.
— ¿Qué es lo que quieres?
— A cambio de tu talento y de tu energía vital, yo te haré vivir eternamente. Habrás nacido para no morir.
— Lo que sea, pavo, ahora es que no carburo bien.
— ¡Sea!
Y esa es la historia.
En ese instante, Lana del Rey evolucionó a Jigglypuff.
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